Seguir un estilo de vida saludable es una de las maneras más responsables con las que todas las personas con EM pueden comenzar a gestionar su enfermedad.
Existen estrategias que pueden ayudar a mejorar la calidad de vida, incluyendo la actividad física, una dieta saludable, una correcta exposición solar, rehabilitación, dormir lo suficiente, técnicas para reducir el estrés (como la meditación), mantener el cerebro estimulado, y otros aspectos orientados al bienestar. Además, las intervenciones en la modificación del estilo de vida parecen ser efectivas y crear un impacto sostenible con el paso del tiempo.
Cada vez hay más estudios en curso profundizando en las formas en que los hábitos de vida pueden influir en la aparición y/o evolución de la EM. Mantener un peso corporal saludable, no fumar y controlar los niveles de vitamina D, son algunos pasos proactivos que repercuten positivamente en la salud al vivir con EM.
Puesto que la distribución geográfica de la EM se relaciona con una menor exposición a la luz solar (que es la principal fuente de vitamina D en el ser humano, seguida por la alimentación) se han desarrollado numerosos estudios que evidencian que bajos niveles de vitamina D -especialmente antes de la edad adulta- podrían ocupar un papel importante en el desarrollo de la Esclerosis Múltiple.
Una baja exposición a la luz solar durante la infancia podría predisponer a los individuos a la EM. Se recomienda supervisión médica para conocer el estado de los niveles de vitamina D en cada caso, y determinar si es necesario o no obtener un extra de vitamina D a partir de suplementos.
Durante la infancia y adolescencia entramos en contacto con virus o quizá bacterias que pueden contribuir a activar la enfermedad (hacen de “gatillo”).
Algunos virus, como el denominado Epstein Barr (que causa la mononucleosis infecciosa), han sido asociados a la EM. La mayoría de las personas han tenido contacto este virus, pero nunca han desarrollado Esclerosis Múltiple. Esto demuestra que -así como ocurre con los genes las infecciones podrían tener un papel importante, aunque no sería el único elemento determinante
La Esclerosis Múltiple es menos frecuente en áreas geográficas más próximas a la línea del Ecuador -donde reciben mucha luz solar- y más frecuente en las zonas geográficas más alejadas de ella (Canadá, Estados Unidos, Noruega, Suecia, Dinamarca, Reino Unido, sur de Australia y Nueva Zelanda…). Hay áreas geográficas concretas, como Cerdeña, en las que el número de casos (incidencia y prevalencia) es mayor de lo que sería considerado “normal”.
Cada vez hay más estudios que demuestran la conexión sistema digestivo y cerebro, y apuntan a una relación entre la composición de la microbiota intestinal y algunas enfermedades inflamatorias del sistema nervioso central, como la Esclerosis Múltiple.
La microbiota intestinal (flora intestinal) es el conjunto de microorganismos que viven en el intestino. Está influenciada por el perfil genético, la ubicación geográfica, la dieta, los fármacos o incluso distintas patologías. La microbiota intestinal participa en procesos biológicos importantes, como hacer de “barrera natural” para evitar infecciones.
La microbiota es uno de los factores ambientales modificables que pueden participar en la génesis de la EM.